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A las 6 y pico

Animatesipodes

DES-APARECIDOS

DES-APARECIDOS dios te ampare
o mejor
dios te reviente.
M.B.


Se hizo noche. Una oscuridad imperturbable tiñó el día. Los amaneceres grises vestían el azul del cielo. Las flores fueron perdieron su color, los árboles pintaron sus troncos de blanco, las hojas caídas no volvieron a brotar con la primavera. El invierno se hizo perenne. Un silencio que dolía envolvía el crepúsculo. Las calles quedaban vacías. Solo el dolor y el miedo deambulaban libremente.
Yo no sé nada. No lo conozco. No sé quién es. No tengo idea de lo que me habla.
Angustia, miedo, tormento, suplicio.
Gritos arrancados desde las entrañas. Quejidos agudos que quiebran la mudez de la madrugada. Cuerpos rotos, violados, despedazados. Las paredes hablaban lo que las bocas callaban.
Diez años de mutismo, de olvido exigido, de ceguera obligada. Los sentidos fueron privados de su libertad. No se puede tocar. No se puede oír. No se puede hablar. No se puede.
Familias fragmentadas. Amigos desvanecidos. Preguntas sin respuesta.

Las largas botas negras vestían el asfalto. Cabezas gachas, espaldas curvadas, sonrisas desdibujadas, miradas de temor se entrecruzaban en las esquinas.
No me mires. No me hables.

“y usted preguntará por qué cantamos...
cantamos porque el grito no es bastante
y no es bastante el llanto ni la bronca
cantamos porque creemos en la gente
y porque venceremos la derrota”


M.

Internautas

Internautas La fauna chatera, diversa, tal vez para algunos despersonalizada, día a día va ganando más adeptos, acaso por soledad, al principio por curiosidad, no importando los motivos, todos nos reunimos diariamente a intercambiar vivencias, sueños, fantasías, utopías.
Y en ese submundo, impersonal y fraterno a la vez, se intercambian saludos, ubicaciones territoriales, ocupaciones, edades, estados civiles, costumbres, gustos, hobbies, creándose redes humanas, lazos de amistad, de compañerismo, adversidades y amores.
Así como un gran mago el chat logra satisfacer deseos, cumplir sueños, trascender límites, hacer posible lo imposible, cada uno con su bagaje de frustraciones, anhelos, tratando aunque sea por breve tiempo, sentirse rey o reina en su propio mundo.
Tal vez la necesidad de búsqueda de sus propias aspiraciones no permita a cada uno precisar cual es el eco que sus palabras tienen en el otro, qué significado se le darán, y por tanto, no medir las consecuencias.
En esta miscelánea de quimeras, se van gestando, desarrollando esperanzas, que algunos tan solo las necesitan como la sed y el agua para seguir viviendo y otras, quizás los menos, las hacen palpables.
En este submundo conocemos personas, hacemos amigos, al igual que todos al principio canjeamos reseñas, particularidades, fotos, sin pensar en un posible y futuro encuentro.
Pero una vez más el destino, la vida, tal vez esos rostros plasmados en una fotografía, vuelve a reunirnos, para así sin proponérnoslo comenzar una amistad, la cual va creciendo chat tras chat, descubriéndonos tras una pantalla que nos invita a soñar juntos, a dejar volar la imaginación y pensar que no existen territorios ajenos.
Día a día, luego de cada encuentro los afectos van surgiendo y creciendo, preguntándose por qué todo este acervo de cariño pudo despertarse y ahora luego de instalado, atrincherado, qué hacer con él.
Cada vez que la pantalla se enciende y el nick surge, el corazón palpita más rápido, cosquillas en él estomago nos provocan risa y una gran sonrisa se dibuja en nuestros rostros.
El "te extraño" son la tarjeta de presentación, ahora combinándose con "el te quiero" y un sinfín de palabras tiernas tiñe el visor de colores de sensualidad, romanticismo, pasión y erotismo.
Las horas transcurren sin darnos cuenta, conjugando vivencias, aspiraciones, esperanzas, fantaseando con un futuro juntos al igual que en los cuentos de niños con finales felices, pero la realidad golpea, cuando la hora de despedirse llega y el computador se apaga.
En el silencio de nuestras guaridas, las palabras aun juegan en nuestra mente, tratando de encontrar la salida a este laberinto de pasiones y delirios.
Mientras tanto, las comunicaciones son el impulsor del diario vivir, al igual que las ilusiones; las palabras se leen colmadas de felicidad, ternura, afecto fortaleciendo aún más los sentimientos.
Quizás todo este universo propio del chat, que nos convoca a diario, nos lleva un día a revelar los rostros que se esconden tras los monitores, cada uno con su historia bajo el brazo, con el libro de anotaciones, con los sueños compartidos y atesorados vamos al encuentro.

PEQUEÑECES

PEQUEÑECES Líbranos, Señor,
de encontrarnos
años después,
con nuestros grandes amores.
Cristina P. Rossi

Recuerdo bien cuando te conocí. No sé qué fue lo que llamó mi atención, quizás tu pequeñez. Pero a medida que te fui descubriendo, me di cuenta que esa poca cosa era tan grande que apenas podía abrazarte.
Eras tan sólo palabras que se iban dibujando poquito a poco. Te fui imaginado a mi antojo. Ésta es la magia de la ficción. Cada cual es lo que uno quiere que sea y viceversa.
Y no me deslumbró tu realidad. Fueron tus letras las que me llegaron. Ellas tomaron cuerpo, se hicieron palpables y te hice posible.
Pasábamos las noches sentados, escuchando buena música, de ésa que nos penetra hasta las entrañas, acompañando la charla con un buen vino y la madrugada nos atrapaba siendo nuestra cómplice.
Tu voz suave se alojaba en mi oído, como si fuese una nana, y me ovillaba en tus piernas mientras acariciabas mi pelo. El miedo quedaba fuera. Me sentía tan pequeña y tan grande a la vez entre tus brazos que al despertar te buscaba y sólo allí comprendía que eras sólo un sueño.

El último tango montevideano

El último tango montevideano “...y te dirán, sin duda, su fatiga
del amor fiel o la pasión mendiga,
su falta de esperanza o de sorpresa”

”Compañero del alma, compañero...” así terminaba el penúltimo capítulo del libro que estaba leyendo. El cielo estaba plomizo, una brisa fresca se colaba por la ventanilla.
Los ojos se le llenaron de lágrimas y no supo por qué. Tal vez por anhelar a ese compañero del alma.
A medida que los años transcurrían, las ilusiones se desvanecían más rápidamente. Como la piel gastada que se descama con el tiempo; al igual los anhelos se iban desvaneciendo. Dejando un sabor amargo en el cielo de la boca y un dolor punzante en el alma.
Se preguntó una vez más, cuáles serían los errores que cometía. Y continuaba sin encontrar respuestas.
Un frenazo repentino, la trajo a la realidad. De pronto le pareció que los transeúntes, se habían contagiado por las inclemencias del tiempo, grises, sin vida. ¿Ella también se vería así?
Salvo por el pañuelo rojo y rosa que llevaba puesto y le daba un tinte de color al negro de su atuendo, se sentía oscurecida.
Respiró hondo y decidió darle un giro a su cotidianeidad. Se bajo del autobús. No sabía muy bien en que lugar se encontraba.
A pesar que era el trayecto que hacía regularmente a su trabajo, hoy todo le parecía desconocido y extraño. Como si por primera vez estuviese transitando esas calles.
Quiso sentirse extranjera en su propia ciudad. Caminaba sin rumbo fijo.
Entro a un bar. Mientras esperaba que la atendiesen observaba a los parroquianos del lugar. Sentado en la barra había un joven de unos 23 o 24 años, bebiéndose un whisky, lo cual le llamó la atención dado la hora del día ya que supuestamente estaría en horario de trabajo.
El joven era alto, rubio de ojos claros, cabello largo, ondulado, tenía un cuerpo atlético.
Se sintió identificada con él, ya que ambos parecían ser los únicos que estaban de buen humor, disfrutando de la vida.
Se cruzaron sus miradas varias veces e intercambiaron tímidas sonrisas.
En un momento cuando ella levanta la vista, él ya no se estaba más. Una sensación de desconsuelo la embargó. Pidió la cuenta y decidió retirarse del restaurante. Cuando estaba saliendo del local, el joven vuelve a entrar, cruzaron una vez más sus miradas y ella se fue.
En la esquina mira hacia atrás y ve que la seguía; decide entrar en una galería a ver vidrieras y puede comprobar como el joven la acechaba.
La situación la divertía, a propósito se paraba delante de las vitrinas simulando observar lo que ellas exponían, pero su objetivo era contemplar lo que el joven hacia.
Le susurra al oído - que bonita eres - se da vuelta y se encuentra con su sonrisa una vez más. Lo mira, se ríe y continúa caminando.
Él a su lado, empieza a hablarle, le pregunta como se llama y si tiene tiempo para ir a beber un café y así poder conversar un rato.
Sin responderle, le extiende su tarjeta y se va. Al rato suena su celular. Quedo paralizada sin saber qué hacer. Era él. Atendió.
- Pensé que no ibas a contestar.
- Hola. Respondió.
- Estoy en el auto azul, estacionado en la esquina. Te espero.

En la esquina estaba el auto. Otra vez la duda, la pregunta recurrente. Qué es lo correcto y lo incorrecto. Cuántas veces, se había sentido con la libertad de elegir, sin tener que dar explicaciones de sus actos a nadie.
Estaba allí, en el asiento del acompañante. Arrancó sin decir nada. Se dejó embriagar por la música del cd que sonaba y nada ni nadie existía.

- Una habitación doble, por favor.
- Aquí tiene, señor, habitación 1004.
- Gracias
Las miradas cómplices suplían las palabras.

Ya era de noche cuando se despidieron en la puerta.
Nunca le pregunto el nombre.
Tumbada en su cama, recordó el film El último tango en Paris.
El no era Marlon Brandon, ni ella Maria Schneider.

Quimeras

Quimeras Sentado en el cordón de la vereda, mientras encendía un pucho y tomaba el vino tetra; observaba la gente pasar. Todos absortos en sus problemas, pensando seguramente en el trabajo, en las tareas que hacer en el hogar, llevar los chicos al colegio, pasar por la lavandería, ir al supermercado, llamar al mecánico, pagar las cuentas, etc., etc., etc...
En cambio yo, estaba allí sentado, disfrutando el último cigarrillo, asoleándome con los tibios rayos de este sol de otoño y saboreando el único vino que pude comprarme con los veinticinco pesos que me quedaban en el bolsillo. Una sonrisa irónica se instaló en mi rostro, imitando una aparente felicidad.
Felicidad, placidez, alegría, satisfacción, gozo. Adjetivos ajenos. Placeres inventados para los otros, que se los creen. Por ejemplo, esa mujer que va caminando por la otra vereda. Lleva su niño en brazos. El bebé llora. Trata de calmarlo. Lo mece. Lo acaricia. Sonríe simulando un bienestar que no siente. Pero no sería correcto, zarandearlo y gritarle que por favor se calle. Hace meses que solo escucha ese lloriqueo incesante. Días, noches, semanas, que no sabe lo que es dormir ocho horas seguidas. Que no puede ducharse sin tener que salir enjabonada del baño, porque el crío no para de llorar. Al contrario ríe.
Este mundo es un ilusorio. Nada es real. Todo es aparente.
Sin embargo, nos vendieron el sueño. Y nos lo creímos. Lo compramos y jugamos el mejor rol que podemos. Actuamos ser buenos padres. Hijos. Amantes. Esposos. Compañeros de trabajo. Ellos mueven los hilos y como marionetas en un escenario ficticio ejecutamos la obra de la vida.
Yo pude elegir. Soy un afortunado. Quebranté todas las reglas. No fui buen hijo. Jamás me case. Las mujeres solo las uso, cuando ya mi mano cansada de masturbarme me pide un trozo de piel. Nunca trabajé. Bueno...si robar, estafar, jugar con el azar no es un laburo. No trabaje. A mi no lograron engañarme. De esta zafé.

PACTO

TANGO

La ciudad no eras vos
No era tu confusión de lenguas
ni de sexos
No era el cerezo que florecía -blanco-
detrás del muro
como un mensaje de Oriente
No era tu casa
de múltiples amantes
y frágiles cerraduras

La ciudad era esta incertidumbre
la eterna pregunta -quién soy-
dicho de otro modo; quién sos.

De "Otra vez eros" 1994
Cristina Peri Rossi


Quién eres me pregunté cuando el sol entró de lleno por la ventana y abrí mis ojos y estabas ahí tendida a mi lado. Tu incipiente panza se asomaba tras las sábanas revueltas y tu piel tensa y suave me invitaba a acariciarla. No recordaba bien que había sucedido, pero tu perfume aún se alojaba en mi cuerpo. Apenas unas fugaces imágenes como relámpagos me venían a la memoria. Besos, caricias, confusión de lenguas, manos deambulando cuerpos ajenos, promesas que jamás se iban a cumplir. Todo era tan real y tan confuso, todo era tan bello y tan indecoroso.
Cerré los ojos nuevamente para poner en orden las ideas, para no creer que solo era un sueño. Al abrirlos, me encontré con su mirada cómplice, un cigarro a medio fumar se consumía entre sus dedos, mirándonos como si fuésemos un retrato.
El cabello revuelto tapaba parte de tu rostro, tus blancos dientes se asomaron regalándome una sonrisa, al tiempo que preguntabas y el desayuno ya esta pronto.
Tu naturalidad me perturbaba aún más. Todo para ti parecía tan habitual, inocente, como esa vida que llevas en tu vientre. En cambio para mí, tan ambiguo.
El agua del grifo caía sobre mi rostro, poniendo en su lugar cada pieza del rompecabezas. Ya todo era nítido y transparente.
Recordé el corcho del champagne y las burbujas salpicándonos, tu risa fresca inundando la habitación, la música moviendo nuestros cuerpos y ese beso ingenuo que nos dimos cual niñas explorando nuevas sensaciones.
Así inocuamente comenzó todo. El querer ver tu barriga, tus senos hinchados, nuestras imágenes contrastantes ante el espejo. Y al igual que el efecto dominó, una cosa fue llevándonos a otra. El beso inocente, el descubrir de cuerpos, el sentir de los dedos en la piel de la otra, jaleo de lenguas, aromas de frutos maduros, convidándonos a degustarnos.
Y ahora me pregunto: ¿quién soy?. Porque tu ya me respondiste.

ILUSIONES

ILUSIONES ILUSIONES

La música suave de Caetano Veloso irrumpía en el ambiente semioscuro, algunas voces llegaban lejanas, a pesar de estar muy cerca, pues lo único que podía escuchar era su respiración y sus manos acariciándole la nunca, simulando un masaje.
Ella se dejaba llevar por esa sensación agradable que invadía su cuerpo, la música, las manos, la respiración conformaban una atmósfera utópica, que la trasladaba a otra lugar donde solo él y ella tenían cabida.
De pronto, sus miradas se encontraron, ella acerca su boca a la mejilla de él. Lo besa suavemente y le susurra al oído, me gustas. A penas sus labios se rozaron, pero ese instante, fue suficiente como para darse cuenta que ese momento mágico era el comienzo de una relación que, hasta este instante, jamás se lo había imaginado.
En la habitación había más personas, pero ellos estaban inmersos en su propio mundo, un mundo de miradas, de manos que se encuentran a escondidas, de sonrisas cómplices.
Un nuevo amanecer puso punto final a esta noche singular, con la promesa de que un nuevo día los reencontraría.
No fue el día que volvió a reunirlos, pero si una nueva noche, otra noche de compartir amigos, tragos, risas y en esa mezcla de vivencias, ellos hallaron la manera de encontrarse nuevamente, de entrecruzar miradas cómplices, deseando que las horas transcurrieran deprisa para poder reunirse en un abrazo. Sin testigos de ese amor que tímidamente se atrevía a asomarse de vez en cuando, casi imperceptible.
Al fin sus bocas se fusionaron en un beso, sus lenguas se buscaron, el deseo urgía abriéndose camino en esos cuerpos nuevos, que invitaban a descubrirse y a gozarse.
Un aúllo ahogado junto a un placer infinito los dejo tumbados sobre la cama revuelta, con los cuerpos sudados, los humores intercambiados y un estallido de risa y felicidad se coló en esa comunión de afectos.
Este fue el principio de un vínculo inesperado, de un peregrinar por sensaciones nuevas, frescas, el despertar de afectos sosegados, el andar por caminos vírgenes, un poco a tientas, pero con la seguridad insondable de un amor profundo.
Amor, compromiso, son dos palabras que no pueden viajar separadas, pero que muchas veces el solo hecho de pensarlas juntas nos paralizan, al punto de no permitirnos emprender una historia por miedo a quedarnos atrapados en ese "amor" y en ese "compromiso" y perder lo más preciado, la libertad.

EL REENCUENTRO

EL REENCUENTRO EL REENCUENTRO

Durante tres años los sentimientos estuvieron dormidos, no sé muy bien aún qué los despertó, pero un día sin proponérmelo se fueron desperezando lentamente hasta quedarse despiertos.
Necesité un tiempo, para rescatar solo los buenos recuerdos y olvidar el sabor amargo de los malos.
Poco a poco el deseo se fue colando y ganando terreno, hasta que llego un día que la necesidad de gozarlo nuevamente apremiaba.
Aquel que había sido una vez nuestro lugar de reunión me reprimía, no quería que las reminiscencias invadieran nuestro reencuentro, por tanto, le propuse un espacio neutral.
Sé que los hoteles no son sus lugares predilectos, pero el motivo que lo convocaba era distinto, una invitación al placer.
Nuestros cuerpos eran viejos y nuevos conocidos, una vez más se enfrentaban a librar otra batalla.
Una vez más a redescubrir sabores, texturas, sensaciones.
Todo era nuevo y a la vez conocido, parecía como si el tiempo se hubiese detenido durante tres años y ahora volvían a removerse los viejos polvos para darle lugar a los nuevos.
Las manos reanudaron las caricias por un tiempo aletargadas, despabilando sentimientos, excitaciones, recuerdos anestesiados.
A medida que el placer iba invadiéndonos, tenía la sensación que estábamos inaugurando deseos, placeres, amores.
Nuestros cuerpos se reconocieron al primer contacto, al primer beso, en la primer caricia y lentamente se fueron acomodando uno al otro, acoplándose, sincronizando movimientos, goces.
Todo fue nuevo y viejo a la vez, con ese gusto a poco de cuando se disfruta y se invita a seguir gozando...

Sexo, pudor y lágrimas

Sexo, pudor y lágrimas SEXO, PUDOR Y LAGRIMAS

Generalmente las habitaciones de hotel son frías, impersonales, en cambio en ésta habitaban sus objetos personales, su olor, su desorden.
Estaba recién bañado, el cabello aún mojado y vestía un short y una camiseta.
Me senté a su lado en la cama, una cama mullida, suave, que provocaba tirarse en ella y no levantarse más.
Conversamos un rato, al tiempo que hacía zapping hasta que nos enganchamos con una película que estaban pasando.
Nos recostamos en la cama a mirar el film, como si fuese un hábito.
La lluvia caía incesantemente y la noche invitaba a quedarse.
Sus dedos a penas perceptibles deambulaban por mi pelo, al igual que los míos por su brazo; la película era el pretexto para quedarme allí a su lado, aunque mis pensamientos fantaseaban en cómo sería gozar a ese hombre.
Su actitud pasiva me incitaba a abordarlo sorpresivamente, cual si fuese mi presa.
Una vez terminada la función, otra comenzó en nuestra cama.
Para él las horas eran escasas, para mí el deseo de disfrutarlo apremiaba.
Me estremecí al sentir su lengua dentro de mí, recorrer mis huecos, meterse en ellos y saborear mis jugos.
El goce era continúo, intenso.
Su miembro empinado, grueso, surgía de su entrepierna desafiante; me urgía acoplarme a él.
Lo recosté boca arriba sobre la cama y lentamente fui incorporándolo a mi cuerpo, hasta lograr una fusión precisa.
Ignorante a sus súplicas, continúe meciéndome sobre él acelerando el ritmo a medida que el hormigueo iba invadiendo mi cuerpo vertiginosamente.
De súbito me tomó por mis caderas, quedando él al dominio de la situación; doblegada, gozar era el único objetivo que me invadía.
Pretender controlar los instintos era una intento fútil.
Vertió sobre mi vientre, cual si fuese un trofeo el fruto de su gozo.
El sueño dispuso de nosotros, hasta que mi boca traviesa lo despertó recreándome con el mago.

Saber gozar

Saber gozar SABER GOZAR

Entramos al apartamento dejando los primeros intensos fríos del invierno afuera, corriendo nos desvestimos y nos metimos en la cama.
Encendimos el televisor, pusimos el vídeo y nos acomodamos a deleitarnos de la película.
Nuestras piernas se entrelazaron, nuestras manos se acariciaban entrecruzando dedos, mimos, caricias, simulando buscar calor.
El film comenzó a rodar, su mano se deslizó suavemente hasta mi entrepierna, haciendo a un lado mi ropa interior, abrió primero mis labios mayores encontrándose con mi erecto clítoris, con la yema de sus dedos lo fue acariciando provocándome un cosquilleo que se expandía por todo mi cuerpo.
Jugaba con mi sexo a su antojo, introduciendo primero uno, luego dos, tres, hasta cuatro dedos, iban desde el clítoris hasta la puerta de mi ano, retrocedían, volvían a retomar el camino andado, tras cada movimiento una oleada de placer me invadía, quería que me penetrase ya, pero a la vez me gustaba prolongar el deseo.
Ese deambular por mi pubis aumentaba más y más mi excitación, cerraba mis ojos y me imaginaba como me poseería, cuál de todas las posturas elegiría, si quisiese imitar al protagonista de la película cuya joven estaba en cuatro con su ano dilatado por la lengua y los dedos de Rocco, o tal vez mis piernas abrazando su cuello y su pene entrando y saliendo de mi vagina mojada.
Fue otra la postura que eligió, abrió mis piernas luego mi vulva y se zambulló en ella, su lengua entraba y salía por mis agujeros, al igual que sus dedos.
Me tomó de sorpresa, demorando más y más el placer que ya había comenzado a darme, él sabe bien como hacerme gozar, como provocar que mi cuerpo vibre tras cada lamida, su lengua ávida de goce hurga en los más recónditos rincones, buscando y dando placer.
Tomó entre sus labios mi clítoris, introdujo tres dedos en mi vulva y dos en mi ano, sus movimientos eran circulares, entrando y saliendo sin parar hasta que mis humores inundaron su boca y un grito de satisfacción saturó el ambiente.
Después del estallido viene la calma, mi cuerpo se fue aflojando poco a poco, dejando atrás el temblor que le produce el goce.
Su miembro erecto me miraba como pidiendo ser complacido, me lancé sobre él, luego lo saqué lentamente y lo fui saboreando despacio, le pase mi lengua por todo su entorno, desde la cabeza hasta la base, repetí ese rito una y otra vez, acelerando los movimientos hasta sentir como su leche espesa y tibia bajaba por mi garganta, lo relamí hasta no dejar rastros de su regocijo.
Tendidos sobre la cama continuamos mirando el film, su mano inquieta no dejaba de masajear su pene; me gusta ver como se masturba, me excita, me calienta, su mano familiarizada con su apéndice sabe que manera otorgarse placer.
La mueve suavemente descabezándola, luego la vuelve a ocultar bajo el pellejo para volver a dejarla al descubierto, sus movimientos van tomando ritmo y cada vez se hacen más rápidos, acompasados, su respiración va cambiando, se hace más fuerte, acelerada, su corazón palpita con mayor fuerza, acompañando su esperma un grito de placer escapa de su boca, me besa fuertemente y cae sobre la almohada.

SERRANA

Las gotas de lluvia golpeaban en el cristal de la ventana incesantemente, el viento doblaba las ramas de los árboles y el frío era tan intenso que se iba colando por las paredes.
Me serví una copa de cognac y me conecté a internet mientras esperaba a Martín.
Abro mi correo y había recibido un e-mail de mi amiga Serrana invitándome a chatear.
Entro a la sala y estaba esperándome, luego de saludarnos decidimos abrir una sala privada, a fin de conversar más cómodas.
Paula - Hola que tal como has estado todo este tiempo?
Serrana - Algo complicada, pero ahora estoy mejor y vos?
Paula - Yo bien, sigo con Martín y nuestras aventuras como siempre...
Serrana - La verdad que te envidio, encontraste al hombre ideal, que te sigue la cabeza, no te censura, es más te apoya en todo.
Paula - Es recíproco, también yo lo continento, con relación a la sexualidad cuando decidís atravesar la frontera tenes que tener las cosas muy claras y alguien al lado que te sostenga.
Serrana - Es verdad en lo que decís, en cambio yo, aquí estoy con mis frustraciones y mis fantasías, nada más.
Paula - Porque fantasías, está en vos en llevarlas a cabo.
Serrana - Puede ser, pero ...no sé, no me animo.
Paula - A que le temes?
Serrana - No sé si es temor, o pudor, o como llamarlo.
Paula - No me digas que no te gustaría sentir las caricias de una mujer en tu cuerpo, su lengua recorriéndote, sus dedos explorándote y descubriendo sensaciones nuevas, diferentes.
Serrana- Paula, por favor, no escribas esas cosas que me siento incómoda.
Paula - Incómoda, o te gustan? Creo que más bien te excitan, o me equivoco?
Serrana - Bueno, no sé..... en realidad me excitan...
Paula - Si te excitan, porque mejor no las disfrutas, relájate.
Serrana - Es fácil decirlo, pero hacerlo...
Paula - Imagínate que mis manos van acariciando tu cabello, te lo retiro de los hombros y comienzo a hacerte un suave masaje para que vayas aflojándote.
Estas muy tensa, mis manos se mueven despacio en tu nuca y tus hombros, para que te sientas mejor te quitare el sweater.
Mis manos tibias acarician tu piel suave, cerras los ojos y empezas a sentir.
Serrana - Paula, por favor, no sigas, no seas malita....
Paula - Voy masajeando tus vértebras una por una, tenes muchos nódulos en tu espalda, trataré de que te aflojes.
Poco a poco te vas relajando, ya parece que no estas tan tensa, te gustan mis masajes?
Serrana - Tus palabras actúan como tus manos, realmente me siento mejor, menos tensa, ni quiero pensar lo que sería sentirlas de verdad.
Paula - Hace de cuenta que son reales. Mis manos siguen bajando por tu espalda, ahora los masajes se intercalan con caricias, besos suaves.
Te gusta, los estas disfrutando?
Serrana - Si me gustan...
Paula - Te quito tu ropa interior y paso mis manos por tus nalgas, bajo un poco más y acaricio tu vagina con las yemas de mis dedos, puedo sentir la humedad de tu sexo, tímidamente abres un poco más las piernas y así exploro tus hendiduras.
Serrana - Mmmmm, que placer.
Paula - Siente como mis labios rozan tu clítoris, como mi lengua se va abriendo camino en tu cueva húmeda, calurosa, tupida.
Mi lengua sigue internándose en tus agujeros, buceando en ellos, saboreando tus jugos.
Serrana - Por favor, Paula, para ya, detente, me estoy mojando en serio y me da vergüenza.
Paula - Ese es mi cometido, hacer que te mojes y me desees.
Ahora estas frente a mí, tus pechos me invitan a degustarlos, tus pezones están erectos se sienten suaves al tacto, los beso, los acaricio, te gusta.
Serrana - Si, me encanta, no pares, continúa.
Paula - Nuestros labios se encuentran por primera vez, tu tímida lengua busca la mía.
Nos besamos apasionadamente, ahora tus manos quieren conocer mi cuerpo, me tocas, me acaricias, me besas.
Serrana - Sigue, sigue....
Serrana - Paula, Paula, donde estas?? Contéstame por favor.
La tormenta cortó la luz y también los sueños.